Cuando nos sentamos en torno a una mesa debemos seguir unas reglas protocolarias de buena educación y sentido. Son reglas que aprendemos, la mayoría de nosotros, cuando somos pequeños y que nos ayudan a mantenerlas y mejorarlas cuando somos más grandes.

Empecemos por nuestra colocación, cuando no sentemos en la silla, siempre lo haremos de una forma educada, sin lanzarnos sobre ella, ni dejarnos caer. La silla no se arrastra se levanta y dulcemente, una vez sentados, acompañamos nuestro cuerpo junto con el de la silla hacia el interior de la mesa, dejando unos 10 centímetros aproximadamente, entre nosotros y la mesa.

Los brazos, o mejor dicho los antebrazos, siempre tienen que estar visibles y ligeramente a poyados sobre la mesa, evitando en todo momento de poner los codos sobre la mesa, es signo de mala educación.

Los brazos los mantendremos lo más juntos posibles al cuerpo, tenemos que tener la sensación que justo debajo de nuestras axilas tenemos que mantener unos libros sin que se caigan. Esta postura la mantendremos por respeto a los comensales situados a nuestro lado.

El cuerpo completamente recto, pegada la espalda al respaldo de la silla, las piernas tiene que estar paralelas con ambos pies en el suelo. No las mantendremos cruzadas, ni estiradas.

Recordemos que en la mesa, todo aquello que permanece a nuestra derecha es liquido, bebida, mientras que a la izquierda se pone la comida, por ejemplo el pan y mantequilla.

Si no alcanzamos a coger la sal, lo que tenemos que hacer es pedirlo, para que nos los pasen, sin tener que pasar los brazos por delante de ningún comensal.

Mientras comemos debemos mantener esta postura, recta sin tensión, no debemos curvarnos excesivamente, ya que los alimentos van hacia la boca y no al contrario.

Siguiendo estos pequeños consejos, respetaremos a todos los comensales de nuestros lados y del resto de la mesa.